No me gusta dedicar energía a
temas como este. Sin embargo, hoy hago una excepción. Hoy dedico este post a hablar
de la gente de mala fe, los que se te acercan con la pregunta preparada para ir luego a otros con tu respuesta, esos que llevan la cuenta de todos tus errores, los que se alegran cuando te equivocas, los que lamenta tus triunfos: esa gente que buscar continuamente
la miseria en los otros para encontrarse a sí misma.
Señor, cuando me muera, te ruego que no me
pongas junto a la gente de mala fe, aléjame de los chismosos y maledicentes, de los que
buscan la paja en el ojo ajeno y no sienten el peso de su viga que casi los aplastan.
Los que están ciegos para sí mismos y hurgan en la basura como forma de
sentirse mejor. Ni muerta quiero estar con ellos. Tampoco viva.
Yo quiero vivir y trabajar y relacionarme y hablar siempre con gente de
buena fe. Los otros me sobran.
¡Gentes de mala fe que estáis
cerca de mí, si me leéis y os reconocéis en este texto, por favor, no me
habléis siquiera!
Un día soñé que frente a mí había un camino que llevaba a todo lo que quiero.
(Foto prestada por A. S. Muchas gracias).
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