Argos
bajo un aura irreal. Frente al palacio de los atridas envuelto en brumas, se
yergue CASANDRA, sutil, casi traslúcida. Con
vaporosa túnica, permanece de pie iluminada ante un público que, a modo de coro
griego, escucha.
CASANDRA:
De los muros abatidos de Troya, yo, Casandra, hija de reyes, vine a morir
esclava en Argos. Toda mi vida fue arrasada en el torbellino de la guerra:
ultrajada, cautiva del rey Agamenón, compartí su fatal destino. He sido
asesinada por la reina Clitemnestra, que antes había dado muerte a su esposo,
mi dueño. Todavía mi alma se estremece frente a este palacio, testigo de
atroces crímenes antiguos y nuevos. Y lloro la desgracia de mi patria,
destruida por el fuego, ahogada en su propia sangre. Yo, Casandra, la adivina,
la loca, muerta en tierra extranjera, ya nada temo, pues el temor a la muerte,
la misma muerte vence. Ante el umbral del Hades me presento, aún con el fragor
de mi agonía en los oídos. Un tenue hálito me sujeta a la vida. (…)
Casandra
en el umbral. En el volumen colectivo Teselas clásicas.
Atopía Editorial, 2021.