Para Emilio en su cielo
Aquí
están tus recuerdos:
este
leve polvillo de violetas
cayendo
inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu
nombre,
el
persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el
árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi
infancia, tan cercana,
en
el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y
donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre
los matorrales de la sombra.
Todo
siempre es igual.
Cuando
otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo
siempre es igual.
Aquí
están tus dominios, pulido adolescente:
la
húmeda llanura para tus pies furtivos,
la
aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las
antiguas leyendas,
la
tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto. (...)
Olga Orozco
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