Mi hermano Manolo era
sensible, callado y bueno. Respetuoso, amable y dulce con todos
nosotros: con su mujer, Toñi, con sus hermanos; con la gente que lo trataba. Lo
movía, por encima de todo, el amor por su hijo Mario: hubiera dado la vida por
él.
Mi hermano era también
un artista. En el color intenso de sus cuadros, en la forma delicada de sus
trabajos de marquetería, estaba expresada toda la fuerza y la ternura de su
mundo interior. En sus obras se encuentra su sentido estético hecho de contrastes,
y, además, el mimo, la delicada factura, la
riqueza de detalles de alguien que siente un gran amor por lo bello del mundo.
Nos ha dejado en sus cuadros y en sus objetos, preciosos, la gran sensibilidad
que atesoraba.
Tenía el gesto dulce, la
palabra justa. Una leve inclinación de cabeza al escucharte, una voz serena,
que te hacía sentir bien. Era capaz de trasmitir en el tono
de su voz, en sus palabras, su delicadeza y el afecto que nos tenía. Siempre te
ibas contento de su lado. Siempre te ibas mejor.
Para nosotros, su
familia, es insustituible. Su pérdida es una herida profunda que no podremos
cerrar. Mi hermano nos faltará todos los días. Y aunque ahora duerme sobre una
colina, su voz, su gesto dulce y claro, su sonrisa nos quedarán para siempre en
el corazón y en la memoria.
Así, como en esta foto, te recuerdo siempre: sonriendo, esplendoroso y lleno de esperanza.
Te abrazo en tu dolor, Isabel. Un beso grande con todo mi cariño.
ResponderEliminarQuerida Pepi, muchas gracias por tu cercanía. Un abrazo.
Eliminar