miércoles, 28 de octubre de 2015

LA HORA DE CATALUÑA: LA HORA DE ESPAÑA

LA HORA DE CATALUÑA: LA HORA DE ESPAÑA

Ciudadanos:
Una caterva de rufianes ha tomado el poder en Cataluña y, sin reparos ya, siembra la discordia entre nosotros, el resto de los españoles. Afirman que la felicidad está al final del camino independentista. Han colocado en puestos clave a sus acólitos y a través de ellos, sin atisbo de decencia, imponen sus modos y sus consignas, atropellan el derecho y cometen actos de flagrante injusticia contra los que no comparten sus designios.
Han subvertido los medios que un estado democrático pone a su alcance para garantizar la convivencia y el buen gobierno, pervirtiendo todos los recursos del poder, y, finalmente, han conseguido envenenar cualquier espacio público o privado.
De este modo, han constituido dos tipos de ciudadanos, los que están con ellos, a los que dispensan poder, dinero o promesas futuras de prosperidad, o simbólicamente les pasan la mano por el lomo; y los que disienten: a estos se les aplica el reglamento nacionalista. De hecho, hasta el más humilde ciudadano se puede sentir alguien simplemente ninguneando a uno que no comparte las premisas nacionalistas. Se sabe amparado por “su gobierno”, y por tanto, justificado en cualquier tropelía que comete. 

El Gobierno de Cataluña, en lugar de auspiciar la convivencia, incentivar el empleo, mejorar los servicios ciudadanos, ser garantes de la legalidad, asegurar la igualdad de todos ante la ley, auspiciar iniciativas de prosperidad, ha amparado todo atropello, las pequeñas y las grandes injusticias de la vida diaria, las sutiles maneras de hacerle ver a otro que no es nadie. Ha sido todo  muy evidente en cualquier dirección en la que se mire: los medios de comunicación, las escuelas, la policía, las tiendas…Algunos de sus cabecillas, ha recurrido incluso a la genética, indicando que ellos pertenecen a una rama humana más distinguida que la de los otros, los no nacionalistas, que además, son más feos…

Este tipo de gobiernos dictatoriales no son nuevos en la historia de la humanidad: recordemos, por su cercanía, la dictadura franquista o el nazismo, donde o estabas con ellos o estabas perdido.

Es cierto que no han prohibido vivir a los que reivindican su condición de españoles, pero han destilado el veneno nacionalista y han creado una realidad de enfrentamiento civil que no existía. 
No de un día para otro, evidentemente. Ha sido una labor realizada durante años. En síntesis, desde la llegada de la democracia, los distintos gobiernos de España, –de cualquier signo, izquierda, derecha, centro– para conseguir mayorías suficiente en el Congreso, para sacar adelante una ley, en suma, para mantenerse en el poder, han ido cediendo a las exigencias nacionalistas en una escalada incesante que desemboca en la situación que hoy existe. No ha sido labor de un día, no. Ha sido una práctica irresponsable que compete a muchos gobernantes de nuestro país.

Sería urgente llevar ante el Tribunal de los Derecho Humanos el menosprecio a la dignidad y derechos de los ciudadanos de habla y sentir español en Cataluña, denunciar a un gobierno que, además de incumplir las leyes del país al que pertenece, España, ha dividido y fracturado una sociedad que vivía en paz, creando injusticias y abusos, que inspirados desde el poder, instigan al rechazo militante, al odio desde todas las parcelas de la vida diaria contra las personas que se sienten españolas.

Esta grave responsabilidad les cabe a ellos, los gobernantes ultranacionalistas: crear con alevosía un estado contrario a la convivencia ciudadana ahora y también para el futuro, para esas generaciones de niños a los que se les ha cargado con el peso de un odio, un rechazo a España, que, de otra manera, no existiría.
Esa es su responsabilidad, de la que deben responder y dar cuenta. Pues han subvertido la función que tenían encomendada: trabajar dentro de la legalidad, por los derechos de todos y por el bien común. Que la Historia los sitúe donde merecen, junto a todos los gobernantes despóticos que han sembrado la discordia en sus pueblos.

Pero a nosotros nos cabe reaccionar con la ley en la mano, denunciar alto y sin miedo este atropello a la democracia y al sentir mayoritario de los catalanes, que se sienten españoles y así lo han manifestado en las urnas en las últimas elecciones.
Y al Gobierno de España, con la ley en la mano, compete  destituir a quien conculca la ley, a sus amigos, y a los amigos de sus amigos, disolver todo órgano político  que,  saltándose la legalidad, se imponga, además,  a la ciudadanía;  cortar toda financiación de dichos órganos y nombrar un órgano gestor que devuelva la democracia secuestrada,  la legalidad pisoteada y la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, ninguneada. 

No debemos tener miedo de defender la unidad de nuestro país. Que el miedo a los adjetivos no nos frene. Con la fuerza de la ley, no con la fuerza.
Cuando no había democracia en España, junto con muchísimos jóvenes de la época, salí a las calles para exigir la libertad y  la democracia para todos, por supuesto, también para los catalanes. Ser español es tan normal como ser francés o alemán, o portugués. Una realidad de lo más natural. Pero ahora es vital que no quepan dudas. 
Ahora, si los que se sienten españoles en Cataluña no manifiestan alto y claro su voluntad de unión con España, entonces, ¿cuándo?  

Hoy, si el Gobierno de nuestro país no hace que se cumpla la ley en esta hora, ¿cuándo?  

Isabel Martín Salinas dixit
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