domingo, 25 de mayo de 2014

FERIA DEL LIBRO DE SEVILLA

Ayer, con tantos amigos, algunos a los que no veía hace tiempo, en la Feria del Libro de Sevilla.

Con Carmen Valladolid, magnífica poeta y amiga.


Frente a la caseta de Ediciones en Huida con tantos amigos...
Con Rocío Hernández Triano, superinteresante poeta y tambien amiga. ¡Qué suerte tengo!
Con Tobías Campos,  un poeta que me encanta, y, además,  amigo. ¡He  nacido de pie! Tobías presentó el recital. 

lunes, 12 de mayo de 2014

DIÁLOGO CON UN ARBOLITO EN CATALUÑA

  De viaje por Cataluña  me lleno de su paisaje, el hermoso paisaje de Lleida. De paso por los pueblos, distingo algunas banderas independentistas, no demasiadas, es cierto; las  suficientes para afligir mi mirada sobre el paisaje. Yo no puedo evitar percibirlas como una acto manifiesto de enemistad, como un signo de hostilidad que me entristece profundamente.
  Las banderas, en puridad, son telas hinchados al viento, lo más de las veces teñidas de vistosos colores; paradójicamente tienen la virtud de convertirse en resortes que disparan impulsos de irracionalidad de consecuencias imprevisibles. ¿Quién podría sospechar tamaña fuerza en una simple tela, verdad? Y luego, junto a la bandera, la lengua. ¡Ay! Ojalá habláramos por telepatía. Lenguas y banderas: herramienta inocua de comunicación la primera; símbolo inocente la segunda, muestras del instinto gregario y de la necesidad de pertenecer a algo, como si el hecho de pertenecer todos al mundo no fuera suficiente identidad.
 Las banderas, unas telas de colores al viento. Una pequeñez, sí, las banderas, pero ¡ay, maldición! , con frecuencia, como a las pistolas, a las banderas también las carga el diablo. Como a las lenguas. Una lengua es simplemente una manera particular de interrelacionarnos con los otros. No tiene nada de malo, de entrada. Banderas y lenguas, nada, cosas sencillas, sin mala intención. Naturales.  Sin embargo, con frecuencia… ¡Ay, qué pena más grande!
  En las cercanías de Coll de Nargó,  el Segre es un despliegue generoso de agua y vegetación entre montañas. Veo, muy pegadito al río, un precioso arbolito que se inclina sobre el agua. Mantengo este diálogo mental con el arbolito:
  
   –Arbolito, ¿tú eres catalán?

 –No sé nada de eso–me responde por telepatía.
   
   – ¿Qué piensas del nacionalismo catalán? Te especifico más. ¿Qué te parece el independentismo que están  instigando a cal y canto desde la Generalitat? Es más, ¿qué opinas de la política descaradamente hostil a todo vestigio de españolidad? Más aun, ¿qué te sugiere el rechazo, sutil pero firme, el acoso, a veces no tan sutil, que promueven desde las instituciones   hacia los  hablantes de español en Cataluña? Incluso más todavía, te inquiero: ¿en tu opinión,  se están respetando los derechos humanos y, en concreto, los Art. 1,2,7, 23, que consagran la no discriminación por razón de, entre otros, el idioma que se habla? Quizás te he hecho demasiadas preguntas de una vez. No te haré más, mas responde, por favor, arbolito.
 El arbolito se irguió levemente y me respondió, siempre por telepatía:
  
   –Yo estoy aquí, junto al río. Estoy bien pues tengo cuanto quiero. El sol me cosquillea entre las ramas, y el viento,  gentil, me mueve. Estas aguas del río, tan limpias, me riegan y esta tierra me nutre. Ninguno de ellos tiene bandera. No tienen lengua propia ni ajena. No tienen lengua; hablan con su ser y yo no necesito más.

Isabel Martín Salinas dixit